Con la incorporación de la editorial y los correspondientes créditos a este primer número de HASTIAL, procedemos al cierre editorial del Vol. 1-2011 y a la compilación de todos sus artículos en un único PDF que podéis visualizar y/o descargar también desde la barra lateral de la página de HASTIAL.
Desde MTI Blog deseamos agradecer a los autores su valiosa colaboración en los primeros pasos de este nuevo proyecto de comunicación. Incorporamos a continuación la editorial preparada por Fernando Penco Valenzuela, director de HASTIAL, para el cierre editorial del presente número:
EDITORIAL
“El paisaje del oriente almeriense me recuerda a la pedregosa Itaca”. Así comenzaba un reportaje, de momento inacabado, en el que pretendía incluir en dos partes un relato de viaje acendradamente minero. La primera que hablaba de la vieja cultura de El Algar con sus puñales y lúnulas de plata y sus transacciones con el Egeo, hace ahora unos 3.500 años y, la segunda, que se referiría a una corta pero emocionante expedición al interior de la Mina Romana del Barranco del Arteal y La Sima, en Sierra Almagrera.
Esta pequeña andanza, a la que se ofrecieron a acompañarnos sus descubridores, los coterráneos Antonio y José González junto con Francisco Mulero, contó con José Manuel Sanchís, Gonzalo García, Jesús Alonso y este apuntador y consistió en recorrer viejos socavones, pozos, huecos, estrechamientos y un posible sistema en doble galería. El corredor principal en toda su extensión era una portentosa obra que, admirablemente llana y recta, presentaba una angostura a unos 350 metros. Al final, un profundo y cuadrado pozo que evocaba el inframundo de Plutón y sus duras leyes, presentaba sus labores oscura y silenciosamente.
Aquella misma mañana, bajo un cielo espléndido, las montañas de Sierra Almagrera, punteadas de ruinas y pozos, nos mostraban el Barranco del Jaroso, la legendaria mina cuyos filones de galena argentífera llegaron a alcanzar 12 m de grosor, y de la que yo pude ver una postal de 1900 donde sus cúbicas casas, con cúbicas ventanas, colgaban arracimadas de las pendientes del barranco.
Y todo estaba allí, en un palmo de terreno en el que uno podía ir al pasado más lejano entre espectrales ruinas, caminillos, y desagües con forma de serpiente.
Pero aquel relato inacabado en el que la superficie del mar recordaba a una herradura o el sueño podía hacerte ver a Paris desenfundando de sus hombros la espada de bronce con clavos de plata ante el rostro de Menelao, bien pudieran parecerse en algo a la venturosa odisea de HASTIAL, una menuda revista informática que precisa del auxilio de aplicados y estudiosos y donde el saber y el conocimiento viajan en los siglos y en los espacios mineros peninsulares, ocupando el lugar que se merecen.