Ya está disponible el Nº 20 de BOCAMINA, dedicado en esta ocasión a las minas de La Florida.
Incluimos a continuación, para todos aquellos que aún no tengan un ejemplar, el EDITORIAL que inicia este precioso número 20:
A propuesta de la sociedad “El Soplao, S.L.”, BOCAMINA ha acelerado la preparación de un trabajo que ya estaba programado sobre el Grupo Minero de La Florida. Disponíamos de hecho de algún material documentado desde finales de los 90, y colaboradores nuestros han estado durante años inspeccionando la mina y sus minerales, sobre todo desde los hallazgos de las fabulosas geodas de calcita en la mina La Cuerre. Los especímenes de estas geodas son sin duda los más notables en calidad y tamaño en el contexto español, y ciertamente muy destacables también a nivel europeo.
Paradójicamente, el propio desarrollo turístico de “El Soplao”, y en concreto alguna de las medidas adoptadas para restringir el acceso a la cueva, han venido a perturbar el curso de nuestros trabajos, dirigidos como siempre a la recuperación de especímenes y a profundizar en general en el conocimiento mineralógico del yacimiento. Se han bloqueado o destruído accesos propios de la mina, interrumpiendo una parte del desagüe natural y causando un perjuicio difícil de precisar a ciertos elementos patrimoniales de La Florida, como se explica y justifica en un capítulo de este trabajo.
Creemos que la actividad de los amantes de los minerales es aun mal comprendida, y lo más desolador es que parece que cada vez se comprende menos. Una cierta corriente de ignorancia, exacerbada por un conservacionismo mal entendido, pretende que el coleccionismo de minerales es una actividad que degrada el patrimonio, cuando exactamente es lo contrario. Con la inestimable colaboración de los medios de comunicación faltos de rigor, es relativamente sencillo para el ecologista desinformado adoptar una pose de indignación ante la recogida de unos kilos de ejemplares de minerales, cuando la propia sociedad española, de la que él forma parte, demanda, necesita, EXIGE para su bienestar, millón y medio de toneladas de minerales CADA DÍA. Los especímenes cristalizados y dignos de admiración que no son recuperados por los buscadores, serán objeto de una destrucción segura y pasarán desapercibidos para el patrimonio de la humanidad, como también se explica en este trabajo.
Desde las páginas de este fascículo, pretendemos recalcar nuevamente que la búsqueda, recolección amateur y el estudio de especímenes minerales, es una actividad inocua y de apreciable contenido científico, que tiene tantos años de existencia como los propios hombres de ciencia que observan y describen el medio natural. Es, además, una actividad legal en todo el mundo occidental, amparada en torno a asociaciones que gozan de la Declaración de Utilidad Pública y que favorecen y aceleran la amplitud del conocimiento científico en Mineralogía. Gracias a los antiguos "buscadores" de minerales, hoy en día disponemos de excelentes colecciones de minerales en los museos públicos y privados. Gracias a ellos, nuestra generación ha podido admirar ejemplares que de otra forma habrían sido desconocidos. Gracias a los "buscadores" de ahora, las generaciones futuras podrán contemplar un patrimonio más rico que el que nosotros hemos heredado.
Aunque por lo general el experto no es sensible a esta clase de juicio ligero y oportunista, sí lo es el político, y nos encontramos por tanto con una imposición de medidas restrictivas, carentes de toda ponderación y lógica, que empujan al coleccionista ante los límites del delito por el hecho de recoger algunos especímenes. Es una situación que tiene tanto de ridícula como de vergonzosa.
Como corolario, nuestro criterio o posibles aportaciones no son tenidas en consideración. Las asociaciones mineralógicas no son consultadas, cuando sin duda tienen algo que decir, desde el conocimiento (apreciable por cierto), de cuestiones mineras, patrimoniales y, por supuesto, mineralógicas.
Somos conscientes de que la cueva ha sido objeto de depredaciones y que su conjunto requiere protección. Por supuesto. Pero la cueva pudo ser preservada mediante la colocación de cierres que no impidieran el normal acceso a la mina. Hubiéramos deseado, además, que los elementos mineros más sensibles fueran objeto de cuidado y atención. El horno de calaminas de la Plaza del Monte y el pequeño castillete de La Cuerre son piezas muy vulnerables. No sería el primer horno de Cantabria cuyos sillares acaban en el chalet de algún indeseable. También Cereceo ofrece un aspecto indecente, que hace tambalear a la persona con espíritu minero. Una instalacion no se abandona así.
Ya va siendo hora de que las asociaciones de coleccionistas de minerales salgamos de nuestro complejo y defendamos nuestra labor. Queremos participar. Queremos hacer propuestas. Queremos que los proyectos y las reglamentaciones que afecten a espacios mineros cuenten con nuestro parecer. Pensamos que el interés y la calidad técnica de nuestro criterio puede ser, como mínimo, tan apreciable como la de un historiador, un arquitecto o un experto en vegetación. Por el momento, seguiremos como hasta ahora, estudiando, investigando, recorriendo, recogiendo, escribiendo, analizando, como hemos hecho siempre. Y ofrecemos nuestra colaboración a las administraciones que tengan la gentileza de escucharnos.