A comienzos de los años 60, relativamente poco tiempo después de haberse inaugurado el Valle de los Caídos (El Escorial, Madrid), circuló la noticia entre los escasos mineralogistas de la época de que, durante las excavaciones de la cripta habían aparecido esmeraldas de un alto grado de pureza, equiparables incluso en calidad a las mejores gemas colombianas.
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