La historia del alumbrado minero nace en el mismo instante en que el hombre primitivo se ve forzado a buscar en la profundidad de la tierra los minerales que necesita para su supervivencia y desarrollo. El fuego, habitualmente empleado en sus alojamientos, es llevado también al interior de sus rudimentarias explotaciones mineras. Fueron, por tanto, las antorchas el primer método empleado para llevar la luz allí dónde solamente habían tinieblas, pero donde realmente la lampistería minera tomó carta de naturaleza fue en las explotaciones mineras romanas, con el empleo de lucernas, pequeñas vasijas de arcilla que contenían aceite, al que hacían arder mediante una mecha o torcida . Con anterioridad a los mineros romanos, fueron ya griegos y etruscos quienes usaron lucernas similares, pero nunca con la profusión y variedad tipológica de los primeros.