En esta ocasión, se trata de los antiguos hornos de azufre de Lorca, pero la imagen bien pudiera corresponder a cualquier otro enclave minero español. Lugares al parecer adecuados y propicios para depositar en ellos cualquier tipo de basuras y desperdicios.
Escombros, sanitarios, inmundicias, colchones, cadáveres de animales, residuos orgánicos, electrodomésticos y otros enseres ya inservibles son abandonados en el entorno de nuestras minas con total impunidad, por no reseñar otros de menor volumen y mayor trascendencia, como preservativos, pilas, jeringuillas o compresas higiénicas, con y sin alas. Y no precisamente por buscadores de minerales, coleccionistas o profesionales del ramo. Son los propios lugareños los que los utilizan como vertederos, con total desprecio hacia el entorno, el medio ambiente y el pasado minero que seguramente dio de comer a unos cuantos y riqueza a unos pocos. Total, para lo que sirven ya…
Las “enérgicas medidas” que los respectivos ayuntamientos toman se limitan, al parecer, y en el mejor de los casos, a colocar unos pequeños carteles anunciando la prohibición de tales actos. Ni se sanciona, ni se vigila, ni se protege el lugar. Eso si, en las calles de la población, cualquier rebase de escasos minutos en la zona azul del aparcamiento supone una sanción segura de un buen puñado de euros. Y el SEPRONA, a lo facilito. A incautar mochilas, martillos y unos cuantos minerales, riqueza sin par que algunos “neomineros” se empeñan en sustraer al patrimonio nacional. Inadmisible.
Pues si seguimos así, muy pronto seremos el mayor excusado europeo, o lo que es lo mismo, y expresado en roman paladino, el mayor depósito de mierda del planeta Tierra. Al tiempo.