Que cada cual arrima el ascua a su sardina es cosa harto conocida, y por tanto es lógico que esta empresa explotadora de caolines en la serranía valenciana haga lo propio. Lo que anuncia en sus camiones, además, no deja de ser una verdad irrefutable. Si no fuese por las minas aún poblaríamos las cavernas y cubriríamos nuestras vergüenzas con pieles de carnero.
Las necesitamos, cierto, pero las queremos en casa de otro. La misma doble moralidad, hipócrita y trasnochada, que niega, por ejemplo, la instalación de antenas repetidoras de telefonía en nuestras viviendas (siempre se señala la finca del vecino como emplazamiento óptimo) pero todos llevamos un móvil en el bolsillo y agarramos un descomunal cabreo cuando la cobertura es insuficiente o nula.
Pues si, es difícil imaginar un mundo sin minas. ¿Que hay que pagar peaje? Naturalmente. Como en todo en esta vida. Y si no, demos un vistazo a nuestro entorno más cercano para comprender tal necesidad. Si, se salva la madera y algunos tejidos. Pero hizo falta una sierra de hierro para cortarla, o algunas máquinas para tejerlos.
Yo, al menos, no me lo imagino, ni quiero.