No me estoy refiriendo con este título a ninguno de los dos filmes inspirados en la obra de Michel Zevaco, sino al puente de hierro de las Menas de Serón, todo un símbolo del esplendoroso pasado minero de aquellas tierras almerienses.
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El conocido puente, emplazado junto a la tolva principal y la estación de carga del cable aéreo que transportaba el mineral hasta la estación de Los Canos, se está muriendo de viejo y de abandono. Las maderas que cubrían su plataforma están podridas, rotas o desaparecidas, y su estructura metálica, atacada por el óxido, no parece que podrá resistir por mucho tiempo. Sus roblones ya no soportan el inexorable paso de los años.
La nueva carretera le dejó sin uso práctico. El cierre de las minas, allá por los 60, le condenó a morir de melancolía. Su sepultura la hemos ido cavando nosotros, día a día, con peores herramientas que el pico y la pala del enterrador: el olvido y la indiferencia.
Muy pronto el viejo puente minero será solamente un suspiro de añoranza.