Ese parece ser el lema que con escandalosa frecuencia se viene aplicando sobre la histórica minería española. Las minas, aún inactivas y silenciosas, molestan; hay que hacerlas desaparecer. Y cuanto antes, mejor.
La fotografía pertenece a una mina de Linares, pero perfectamente podría tratarse de cualquier otra de nuestra geografía. Toneladas de escombros, vertidos domésticos e industriales amenazan con sepultar los restos de la explotación.
El pozo y su vieja chimenea se resisten a morir enterrados bajo la inmensa masa de residuos, manteniendo su gallardía hasta el último suspiro, aunque a ciencia cierta no sabemos qué es más despreciable: si ese gigantesco alud de excrementos que lentamente avanza sobre sus ruinas, o la indolencia y desprecio de quienes, pudiéndolo evitar, nada hacen por impedirlo, olvidando que mañana será tarde.
Por enésima vez, preguntamos: ¿Hasta cuándo?