Por si no sufrían ya constantes agresiones los históricos restos de nuestras minas, faltaba la “fiebre de la chatarra” que parece haberse desatado a lo largo y ancho de nuestro país. Éramos pocos y parió la abuela.
Solo por 10 miserables céntimos de euro, que es lo que se paga por kilo de hierro en el mejor de los casos, los chorizos se dedican a desmantelar tendidos eléctricos, transformadores o instalaciones fabriles, hallando en las abandonadas, y nunca mejor dicho, explotaciones mineras, el campo perfecto para sus fechorías. Ahora le ha tocado el turno al pozo nº 1 de Minas de la Cruz, en Linares, del que esos desgraciados se han llevado parte de la escalera de acceso al castillete, los cables y medio tambor de la máquina de extracción, que ha quedado prácticamente destrozada.
Así, mientras a algunos se les llena la boca de palabras tan hermosas- y vacías- como defensa y patrimonio, otros miran hacia el lejano horizonte volviendo la espalda a lo que debieran salvaguardar y otros, los menos, se dedican a la instalación de radares y pegatinas por esas carreteras de Dios, las cuadrillas de mangantes se afanan en talar, soplete en mano, lo poco que ya queda de minas o pozos, con total impunidad.
Pues nada, que siga cada uno a lo suyo, y así dentro de poco, del paisaje minero no quedarán ni sus cimientos. La semana próxima hablaremos del pozo nº 3, víctima también de estas bestias carroñeras.
MTI se permite recordar a políticos, gobernantes, munícipes y agentes del orden público la magnífica conductividad que presentan tanto el hierro como el cobre, sobre todo cuando son aplicados en determinada parte de la anatomía humana, generalmente conocida como zona pudenda, que es dónde muchos individuos parecen tener la masa encefálica.
Y es que esta gentuza nos tiene ya hasta los mismísimos…huevos.