Esta fábrica, levantada en 1842 por la Sociedad Herederos de Rodas y Compañía fue, según la describe Ezquerra del Bayo en su trabajo Datos y observaciones sobre la Industria Minera (1844), una de las mayores de la zona, teniendo “más de 200 varas de largo y de ancho 130”, y ocupando un solar de 18.000 metros cuadrados.
Dispuso de 5 hornos de manga, 3 de reverbero, 2 de copelación inglesa y 2 de copela alemana, con una chimenea de salida de humos de 80 pies de altura. En ella se fundían 350 quintales de mineral cada día, estimándose en más de 400 kilos de plata los obtenidos mensualmente, trabajando en ella casi un centenar de obreros. Contaba, además, con un gran edificio de dos plantas con laboratorios, viviendas para directivos, cuadras, almacenes y talleres, etc.
Su paralización se produciría, según A. Molina Sánchez, sobre la década de los 70 del siglo XIX. Hoy, de todas aquellas gigantescas instalaciones, solamente se puede reconocer un pequeño horno circular y algunos escoriales, todo ello junto a la playa de Palomares.
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