Según A. Molina, de quien hemos recogido los datos adjuntos, esta fundición fue también conocida como “La Fábrica del Hambre”. Fue levantada en 1887 por Carlos Huelin, empresario que dispuso de varias fábricas en la región.
En 1894 fue vendida a una compañía inglesa, quien cambió el primitivo nombre por el de Santo Tomás, siendo adquirida cuatro años más tarde por otra compañía, igualmente británica. La fundición se mantendría en actividad hasta 1911, fecha en la que sería cerrada definitivamente.
De todas sus instalaciones apenas quedan unos cuantos muros semi-derruidos junto a la carretera de Garrucha, siendo reconocibles aún las largas galerías de condensación de humos, que por imperativo legal debía medir, cuanto menos, 500 metros. De este modo, los gases se enfriaban y condensaban durante ese recorrido, evitándose así la emisión de humos nocivos al exterior.
Las galerías de condensación tuvieron, además, otra función: la recuperación del óxido de plomo (litargirio). Aprovechando las paradas de los hornos, éste producto se recogía, una vez desaparecidos los vapores nocivos, accediéndose al interior mediante las entradas y respiraderos que aún hoy pueden verse a lo largo y ancho de la zona.
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