La mina Fortuna fue denunciada en julio de 1844 por Antonio Orfila, y se encuentra enclavada en el paraje conocido como Camino de la Cañada al Canto Blanco. Era colindante con Perla, Tempestad, Valenciana 1ª y Santa Cecilia.
Ese mismo año ya se daba noticia del hallazgo de plata nativa en ella y en su vecina Suerte, estimándose que cada quintal castellano daría un beneficio de 6 a 8 onzas de plata. Por el interior se comunicaba con la mina La Verdad de los Artistas.
Tras unos años de intensa actividad, se alcanzó la profundidad de 212 metros en 1867, aunque su rendimiento por aquel entonces estaba ya en franco declive. En 1869, la profundidad de las labores era de 225 metros, y en 1875 su producción estaba unida a las de sus minas colindantes, limitándose a partir de 1881 a trabajar sus escombreras. En 1889 se descubrió en el grupo La Catalina, del que formaba parte, el filón Rico, potentemente mineralizado, lo que proporcionó a todas las minas del grupo, pertenecientes al célebre Eugenio Bountoux, grandes beneficios.
Posteriormente, en 1894, se hizo cargo de todas aquellas minas la recién creada Sociedad Anónima Minera La Nueva Santa Cecilia, fusionada con otras compañías entre las que figuraba la de Bountoux, aunque más tarde estas volverían a manos del empresario francés. La Nueva Santa Cecilia se disolvería en 1908, dando paso a otra nueva sociedad: La Nueva Argentífera, que continuaría trabajando en el antiguo grupo Santa Catalina hasta 1922, aunque ya no hay referencia escrita de actividad en la mina Fortuna.
En 1983, esta mina, junto con muchas otras, fue adquirida por la empresa Fundición de Minerales Mercader, Bernardo García Castejón, S.L., al entonces propietario, el Duque del Infantado. Jamás volvería a explotarse. De Fortuna solo queda el brocal de su pozo, convertido, lamentablemente, en un vertedero de basuras, escombros y viejos enseres.
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