Veintisiete de diciembre de 2006. Nuestro buen amigo y colaborador Antonio Pizarro y un familiar deciden en la tarde de ese día navideño dar un paseo por el campo, siendo la mina de El Borracho Nuevo el destino elegido. Poco antes de llegar a las instalaciones se cruzan con una furgoneta ocupada por dos individuos de una determinada etnia, que abandonan apresuradamente el lugar.
Una vez en la mina descubren el castillete caído, segado en sus cuatro apoyos, en el cual aún se apreciaba salir el humo provocado por la recentísima acción de los sopletes. En su apresurada huída, los sujetos no tuvieron tiempo para desmontar el tractel con el que sujetaban al vencido, cuyos enganches aparecen en algunas de las imágenes que adjuntamos. Unos días más tarde, el castillete presentaba el desolador aspecto que MTI ha mostrado recientemente en el trabajo de J. L. Chamero.
Ignoramos si el trabajo de estos “metalúrgicos de guante negro” fue por iniciativa propia o de encargo; la cuestión es que el castillete ya es historia. Uno más a añadir a la ya larga lista de desaparecidos y que no parece tener fin.
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