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En 1926, el editor barcelonés C. Seither publicó un Atlas de Mineralogía en dos pequeños volúmenes, cuya adaptación al castellano fue obra del Dr. Francisco Pardillo. La edición estaba compuesta por 10 láminas cromolitografiadas en cada uno de los tomos, a las que se acompañaba a modo de texto explicativo una breve descripción de cada uno de los minerales representados en los dibujos, tomados todos ellos del natural, y que entre los dos volúmenes sumaban la cantidad de 199.
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Entre las recomendaciones que el profesor Pardillo daba en el prólogo de la obra para la recolección de minerales, destacamos la siguiente: La recolección de minerales y rocas debe empezarse por los alrededores de la ciudad, a fin de constituir una colección local de todos los minerales existentes, recogiendo trozos típicos y de buen tamaño”.
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Eran, evidentemente, otros tiempos.
