Las instalaciones de esta fábrica, que estuvo enclavada en pleno centro de la población, cuando allí únicamente existían algunas cuevas y chozas, fueron levantadas en 1850 por Antonio Abellán, Marques de Almanzora.
La fundición, según relata Antonio Molina en su libro Cuevas, La Tierra de la Plata, debió ser de gran envergadura, manteniéndose en funcionamiento durante largo tiempo, siendo sus escoriales de los más extensos de cuantos hubo en aquella zona, lo que confirmaría la gran actividad que la fábrica mantuvo hasta su cierre, en 1899.
El edificio destinado a viviendas y oficinas, aún se conserva, habiendo desaparecido el resto de las instalaciones industriales, de las que únicamente se mantiene en pie una de sus chimeneas, situada en el Cabezo de Las Herrerías, casi devorada por las instalaciones de un invernadero
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