El pozo Figaredo comenzó a profundizarse a mediados de los años 30, pero la Guerra Civil retrasaría su puesta en marcha hasta la primera década de los 40. Desde entonces, una bella imagen de Santa Bárbara, esculpida en piedra y de 1´60 metros de altura estuvo presidiendo la entrada a las instalaciones, en el edificio de oficinas.
Tras el cierre de la mina, en el año 2007, la empresa propietaria, HUNOSA, donó la imagen de la Santa al pueblo de Cortina, reubicándola junto a la ermita de San Clemente, construcción del siglo XVI a la que posteriormente se le añadieron algunos elementos.
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Hoy, a escasos metros de su emplazamiento original, la escultura de la patrona de la minería preside desde su pedestal las ruinas de tan emblemático pozo, sumido en el más lamentable de los abandonos.
Quizás por ello le esté dando la espalda. Para no verlo.