La primera concesión de Caboalles fue la denunciada por Gorgonio Torre a comienzos del siglo XX, quien comenzaría su laboreo bajo el nombre de Grupo María, llamado así en honor a su madre. Tras unos años de trabajo, el grupo se arrendó en 1918 a una compañía inglesa, Antracitas Jersiana, que explotaron el yacimiento mediante un pozo plano por ellos construido y que aún se conserva. En 1920, G. Torre vendió la mina a la Minero Siderúrgica de Ponferrada, iniciándose una etapa de gran expansión y crecimiento, en gran parte debida a la magistral dirección de Marcelo Jorissen.
El pozo vertical y su castillete, similar a los construidos por Duro Felguera en Asturias, fueron puestos en servicio hacia 1952, dotándolos además de unas magníficas instalaciones auxiliares: casa de aseos, casa de máquinas, oficinas, lampistería, etc.). Dos hitos marcaron la historia de este emblemático pozo: el accidente del 17 de octubre de 1979, en el que perecieron 10 mineros, y la “Marcha Negra” de marzo de 1992, cuando medio millar de mineros se dirigieron a pie hasta Madrid en protesta por las amenazas de cierre del grupo, tras meses de huelgas. La MSP entró en quiebra en 1993.
En 1994 el conocido empresario Victorino Alonso compró la compañía, y el 27 de septiembre del año 2000, cuando trabajaban en el pozo María 122 obreros, se cerraron las instalaciones, que ya permanecían detenidas desde el mes de febrero, tras producirse un grave incidente en su interior.
En el año 2007, Alonso prometió ceder el complejo minero al ayuntamiento de Villablino, con la intención de que se creara en él un museo minero, algo que hasta día de hoy no ha ocurrido, manteniéndose el recinto como establo de caballos, en el más lamentable abandono.
La MSP, tras la absorción de Hullas del Coto Cortés, formó el Coto Minero Cantábrico en 2008, empresa que actualmente está paralizada y en concurso de acreedores.