Los primeros registros en la zona datan de 1860, aunque fue en 1884 cuando el ingeniero alemán Jorge Riecken registró esta y otras minas, que más tarde arrendaría, entre 1885 a 1910 a la compañía británica The Bede Metal & Chemical Co, Ltd. , quien daría un gran impulso a la mina, una de las más ricas de la región, beneficiando dos importantes masas: Levante y Poniente. Establecieron, a partir de 1888, el sistema de cementación natural para el tratamiento de las piritas, al tiempo que emprendían la construcción de un ferrocarril minero de vía estrecha hasta el puerto de La Laja. La línea férrea llego a tener 32 kilómetros.
El contrato de arrendamiento quedó sin efecto al centrarse la empresa en su nueva mina de Herrerías, pasando entonces a manos de los herederos de Riecken, Justa y Carlos Sundheim, para ser nuevamente alquilada en 1911 por la S.A. Saint Gobain, cuya filial española, la Sociedad Minera del Guadiana la mantuvo en activo hasta 1937. Fue esta última quien sustituyó el viejo cable aéreo por un nuevo tramo de ferrocarril, al tiempo que mejoró las instalaciones portuarias de La Laja.
Hacia 1946 volvió a ser arrendada, en esta ocasión por la empresa Minera de Andévalo, que únicamente se dedicó al canaleo. En 1951, fue Minas de Herrerías quien continuó con este sistema al hacerse cargo de la mina, clausurándose definitivamente las labores en 1988. En su momento de mayor auge, la empresa llego a disponer de más de 800 trabajadores.
En 1992, el castillete del pozo maestro fue desmontado para llevarlo hasta Huelva, dónde estuvo expuesto durante las Fiestas Colombinas, para luego ser nuevamente desmontado y abandonado en las Atarazanas onubenses, sufriendo constantes desperfectos, expolios e incluso incendios.
Finalmente pudo ser recuperado en el año 2009 y trasladado hasta Puebla de Guzmán, donde fue restaurado, siendo más tarde llevado hasta Las Herrerías, donde quedó instalado en una plaza de la población, inaugurándose el monumento el 19 marzo de 2011.