Las primeras denuncias de minas de cinc en La Venta de la Vega de Ruiloba, localidad muy cercana a Comillas, parecen ser de 1852-53, iniciándose los trabajos en septiembre de 1855 por la Compagnie des Mines et Fonderies de la Province de Santander, sociedad que presidia J.J. Chauviteau y que poseía, además, otras minas en Udías, Ruiloba y Comillas, sumando un total de 25 pertenencias. Los primeros trabajos se efectuaron en las minas San Félix y Santa Lucita, las más importantes del grupo, a las que se sumaron Santa María y Los Remedios.
La explotación se hizo mediante grandes zanjones a cielo abierto de una extensión total de 1200 m de largo, teniendo el mayor de ellos una anchura cercana a los 40-50 m, abriéndose también algunas galerías que llegaron a alcanzar los 50 metros de profundidad. La calamina era calcinada en cuatro hornos, y las blendas en uno de reverbero, disponiéndose además de otros para cal, ladrillos y tejas. Contaba con un gran lavadero y un taller de separación para los minerales de plomo. Este gran complejo fabril estuvo emplazado dentro de la concesión San Félix, y desde allí la producción era conducida hasta el puerto de Comillas para su embarque y exportación a Bélgica y otros lugares.
En 1890, todas las minas e instalaciones de la compañía francesa fueron adquiridas por la Real Compañía Asturiana de Minas, quien ampliaría las labores e instalaciones, llegando incluso a levantar un hospital. En 1920 funcionaban un horno de cuba para los minerales gruesos y dos de reverbero para las calaminas, remitiéndose los minerales mediante buques hasta la factoría de Arnao (Asturias).
Las minas de Ruiloba se cerraron en 1930, sin que se tenga constancia de su reapertura tras la Guerra Civil. San Félix se encuentra actualmente rodeada por una urbanización de chalets.