La composición molecular del ámbar siempre ha sido mucho menos estudiada que los restos paleontólogicos que contiene. Sin embargo, la composición aporta pistas importantes acerca de los árboles que generaron la resina original y los procesos que tienen lugar durante el largo tiempo que la resina queda sepultada en los sedimentos, durante el cual se transforma en el ámbar.
El ámbar no es un mineral. Una de las razones es su falta de homogeneidad química. A diferencia de los minerales, que tienen una composición química definida, el ámbar es una mezcla de más de 700 moléculas orgánicas retenidas en una matriz polimérica, semejante a los plásticos artificiales. Éstas moléculas incluyen restos de la resina original, formada hace millones de años, y sus productos de transformación. Cada ámbar tiene una huella química específica, que depende del árbol de origen y de los procesos que tuvieron lugar tras la sedimentación.
La Península Ibérica es rica en yacimientos de ámbar, en su mayoría de edad Cretácica, es decir, ámbar formado por la fosilización de resinas de árboles que vivieron hace de 90 a 110 millones de años. Gran parte de éstos depósitos de ámbar se distribuyen en lo que fue la línea de costa durante el Cretácico, formando una banda desde Asturias hasta Teruel.
Un grupo de investigación dirigido por Cesar Menor-Salván, actualmente en el Georgia Institute of Technology, inició el estudio de la paleoquimiotaxonomía (es decir, el estudio de la relación entre la composición química y la especie botánica original) del ámbar español en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), trasladando su investigación a USA debido a los recortes en Ciencia. Ahora, con la colaboración del Museo de Ciencias Naturales de Álava, han descubierto una nueva molécula en el ámbar del yacimiento de Peñacerrada (Álava), llamada ambereno. El ambereno es la molécula más abundante en los ámbares cretácicos de la Cuenca Vasco-Cantábrica. Es un hidrocarburo aromático que forma, una vez extraído del ámbar, un aceite de color amarillento y olor característico, entre ámbar y combustible Diesel, que no es desagradable. La identificación del ambereno posibilitó definir una familia de moléculas relacionadas. Estas moléculas llamadas biomarcadores, o sea, moléculas de origen biológico que se encuentran en muestras geológicas y que aportan información sobre la vida del pasado, son específicas del ámbar del Cretácico formado por árboles que vivieron en zonas costeras. Es posible que el ambereno esté relacionado con árboles antecesores de las Coníferas actuales, posiblemente de la familia Cheirolepidiaceae, un antecesor de los actuales cipreses. El estudio de su distribución en los ámbares apunta a dos ecosistemas diferenciados en los bosques cretácicos: uno, en la zona de Cantabria-Asturias, en el que el ámbar se formó a partir de resina de Cheirolepidiaceae, y otro, en los yacimientos del País Vasco y Teruel, formado en bosques dominados por antecesores de las actuales araucarias.
Con los datos actuales, los investigadores saben que los ámbares con contenido en ambereno dejaron de formarse en la crisis biológica del Cenomaniense-Turoniense, hace 93 millones de años, un periodo de extinción masiva asociado a un cambio climático con alto efecto invernadero. Tal vez el ambereno constituya una pista acerca de la desaparición de los árboles de la familia Cheirolepidiaceae y los grandes bosques cretácicos del norte de la Península Ibérica.
El estudio de las moléculas de la familia del ambereno tiene también una aplicación directa, ya que puede ayudar a trazar el depósito de origen en objetos de ámbar encontrados en yacimientos arqueológicos.
El texto íntegro del trabajo puede consultarse en ScienceDirect o solicitarse copia a los autores.
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