Importante núcleo minero explotado en época romana donde convivieron dos métodos distintos de explotación y dos tipos de yacimiento: el de “ruina montium”, para recuperar el oro existente en las tierras de aluvión (yacimiento secundario), y otro de minería de interior (yacimiento primario) para extraer la cuarcita dónde se encontraba diseminado el dorado metal, y que posteriormente era triturada a pie de mina mediante morteros de piedra y molinos circulares.
Hay abiertas diversas bocaminas y galerías mineras (conocidas en el lugar como “cuevas”), generalmente de corto recorrido: Cueva del Moro, Cueva del Sil, Cueva del Corralón, etc. En la del Moro la galería mide 16 m, de la que parte otra que al final tiene un pozo vertical de 13 m, mientras que la galería de la Cueva del Corralón alcanza los 100 m de longitud. La superficie total excavada es de más de 30 hectáreas, y algunos expertos estiman en 2,25 los millones de metros cúbicos de tierra movidos para su lavado.
Existe también una curiosa galería de 13 m, excavada en las pizarras rosadas bandeadas, en la que se abrieron en un lateral seis pequeñas cámaras con una especie de banco o asiento tallado en la roca que se piensa que pudieron ser utilizadas como viviendas o alojamientos temporales para los mineros. Miden entre 2,50 a 2,70 m de largas y su altura es de 1,70 m. En estos habitáculos se distinguen perfectamente los pequeños huecos abiertos en el muro para depositar las lucernas con las que se alumbraban, así como también las huellas que dejaron los picos al abrir la galería y las cámaras.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX hubo algunos intentos de retomar la extracción de oro, sin que ninguna de estas iniciativas prosperase. En el año 2015 se abrieron al público las “Rutas de las Minas de Oro de Castropodame”. Una interior, de 4 km que recorre las labores principales, y otra exterior, de 8 km en la que pueden visitarse los embalses y canales construidos por los romanos para el lavado y extracción del oro.