Esta pequeña mina de mercurio (nº 24495) fue denunciada en 1940 por Juan José Alberdi, en una zona donde ya existieron algunas antiguas labores que habían sido explotadas a partir de 1848 por la Sociedad La Concordia. En 1942, la concesión fue adquirida por los hermanos J. y Celso García, quienes en 1955 alcanzaron un acuerdo con Minas de la Soterraña para su venta a esta empresa.
A mediados de los años 60, el contrapozo había alcanzado ya los 100 m por debajo de la cota de entrada, y se habían practicado tres niveles. Se instaló entonces una sencilla máquina de extracción eléctrica, con la que se elevaban mediante una cuba los minerales de los niveles inferiores.
Una vez allí la carga se vertía mediante un carro móvil en las vagonetas que lo sacaban a la calle. Hasta este mismo punto de carga descendían también a través de un gran conducto metálico los minerales y escombros procedentes de las labores superiores. La producción era enviada mediante un camión hasta la planta de tratamiento de La Soterraña, en Muñón Cimero. Además de cinabrio, aparecía también calcopirita, pirita, rejalgar, marcasita, cuarzo, fluorita y mercurio nativo.
Muy cercana a la bocamina, y al lado opuesto de la carretera, encontramos otra galería, posiblemente de investigación, en la que abundan los espeleotemas (probablemente de calcita) de neoformación, que adoptan diversas y curiosas formas y tamaños.
* Algunos de estos datos han sido tomados del libro La minería del mercurio en Asturias, del que son autores Carlos Luque y Manuel Gutiérrez.