Fue la mina Santa Ana una de las que mayor fama dio a Mazarrón, generando además para la sociedad propietaria de la misma, la Sociedad Especia Minera San Juan y Santa Ana, elevadísimos beneficios, aunque en el Catastro Oficial aparecía como propietaria Brígida Sandoval. Había sido demarcada, junto a su Demasía, en 1864, si bien los límites de la concesión hubieron de rectificarse en 1876 y 1882. Fue trabajada a partido por la Compañía de Águilas a partir de 1891, y era colindante con Impensada, Nuestra Señora de la Fuensanta y San Juan. Santa Ana se hallaba comunicada con Esperanza y San Juan, explotándose las tres como una sola mina.
Contó con 17 plantas, todas ellas bautizadas con nombres del santoral, llegándose a alcanzar una profundidad de 600 metros, la mayor de todo el distrito. En sus distintos niveles se benefició el famoso filón Prodigio, junto a otros de menor relevancia, como San Juan, Crucero o Pilar. Su pozo principal fue el llamado Punto de Partida, sobre el que en 1889 se instaló un moderno castillete de acero que comenzó a utilizarse un año más tarde, equipado con una máquina de extracción a vapor de 100 HP de potencia. Para tratar los minerales procedentes del grupo y los de su vecina Impensada se construyó un lavadero equipado con 13 cribas tipo Harz y 8 mesas Wifley, además de machacadora, molinos y nueve trómeles.
A partir de 1944 se hizo cargo de la mina la empresa Minofer, quien se dedicó a la extracción de las zafras y estériles tras la reparación y enderezado del castillete, instalando en 1949 un lavadero para beneficiar los rellenos procedentes de las minas Santa Ana, Triunfo y Liebre. Los trabajos finalizaron en 1960, por agotamiento de las labores.